martes, 9 de enero de 2018

Mi Oruga Mascota

Sin duda, vivir acompañado por 12 perros no deja de ser una experiencia enriquecedora. He aprendido incluso a reconocer los sonidos que producen durante sus actividades, como traer ramas del patio para masticarlas cómodamente en la sala, recostados en alguno de sus cojines.
Cuando no puedo reconocer los sonidos que están produciendo, lo mejor es salir a ver qué está pasando, porque me podría llevar una sorpresa. Así sucedió hace unos días: mientras yo trabajaba en la computadora, Lady estaba echada en un cojín mordisqueando algo, pero no sonaba como madera, hueso, o cualquier otra cosa conocida. Por esta razón decidí ir a ver de qué se trataba. Podía ver que sostenía entre sus patas delanteras un objeto de color gris, alargado, pero definitivamente el sonido no me resultaba familiar. Al acercarme descubrí que se trataba de un capullo de oruga, que Lady trataba de abrir por uno de sus extremos. Era un capullo que yo había visto en una de las plantas junto a los escalones de la salida al patio. Se lo retiré y traté de buscar un lugar donde colocarlo, principalmente para evitar que siguiera mordisqueándole, aunque temía que la oruga que ocupaba ese capullo podía haber muerto. Así, lo llevé al patio y lo coloqué en un sitio que consideré estaría fuera del alcance de Lady. Pronto descubrí que debí haber pensado mejor. Pocos minutos después nuevamente escuché el sonido de Lady tratando de abrir un extremo del capullo.
Nuevamente le quité el capullo y fui al patio a buscar un sitio elevado donde no lo pudiera alcanzar. Lo mejor que pude encontrar fue una cubeta que estaba sobre el lavadero. Dejé el capullo sobre el fondo de la cubeta, que se encontraba en posición invertida.

Más tarde fui a cambiar el agua del recipiente que está cerca del lavadero y con sorpresa vi que el capullo había desaparecido. No podía creer que alguno de los perros se hubiera subido al lavadero y lo hubiera tomado de allí. Preguntándome qué podría haber ocurrido, seguí con lo que estaba haciendo.
Sin embargo, para mi mayor sorpresa, más tarde, al acercarme de nuevo al lavadero para tomar una de las herramientas que guardo en ese rincón, encontré el capullo colgando del borde de la cubeta. ¿El viento? No alcanzaba a imaginar cómo había llegado allí.
A la mañana siguiente fui a buscar la cubeta para llenarla de agua y mi sorpresa fue aún mayor: El capullo estaba colgando del borde, pero del lado opuesto de la cubeta.  Momentos después iba a recibir la explicación que buscaba: noté que el capullo se balanceaba, colgando del borde de la cubeta: “algo” en su interior se movía, haciendo que se balanceara de un lado a otro. Mi curiosidad aumentó y me acerqué a mirar con detenimiento. Unos segundos después, por el extremo superior del capullo, apareció una enorme oruga, dejando ver su cabeza y tres pares de patas. Sujetándose del borde de la cubeta, empezó a desplazarse en dirección al sitio donde la había visto la tarde anterior.
Me alegré al saber que no había muerto y me sorprendí al aprender que seguía activa dentro del capullo, contrario a mi creencia de que las orugas se encapsulaban en el capullo y permanecían durmientes hasta completar la  metamorfosis. Fue un momento muy emocionante, al grado que decidí que tenía que tomar una foto de la oruga que habitaba el capullo. Fui por mi teléfono celular pero con tanto entusiasmo asusté a la oruga, que rápidamente se refugió en el capullo y ya no salió.
Pronto descubrí que la oruga tiene un espíritu aventurero, y asomarme a ver qué estaba haciendo se convirtió en un divertido hábito. Tan pronto la encontraba en la superficie del lavadero, como tratando de escalar por la manguera hacia la llave del agua, o suspendida en la punta del mango del destapa-caños. En una ocasión no la encontraba, y busqué por los alrededores del lavadero sin resultado. Después encontré el capullo colgando del borde de una tina dentro de la pila vacía. Pensé que tal vez había llegado el momento de dormir y en el interior de la pila estaba a salvo del viento; incluso tal vez la temperatura era más agradable allí. De nuevo, mis conclusiones fueron precipitadas. A la mañana siguiente la encontré, confirmando su espíritu aventurero, colgando de una suculenta hacia afuera del borde del lavadero.
Durante un par de días no noté actividad alguna, de nuevo concluí que tal vez finalmente había llegado el momento de dormir y esperar la transformación. De nuevo me di cuenta que estaba equivocado. Nuevamente la vi, en todo su esplendor, transportándose por las hojas de la suculenta. Tal vez tenía hambre y buscaba hojas verdes para comer.
Aunque mi instinto me dicta no intervenir en el flujo natural de la naturaleza, me siento obligado a evitar en lo posible, exponer a cualquier ser vivo a un riesgo letal. Así que tomé una planta como aquella donde la vi por primera vez, y la puse sobre el lavadero. Con cuidado llevé el capullo hasta la planta y lo dejé allí esperando que fuera lo que estaba buscando. Me alegré al ver que así fue. Más tarde encontré a la oruga comiendo de las hojas.
Me pregunto cuánto tiempo deberá pasar para que la oruga finalmente se transforme en alguna especie de mariposa nocturna. Mientras tanto, sin duda seguirá cautivando mi interés y seguiré maravillándome con cada nuevo descubrimiento en su comportamiento.



No hay comentarios:

Publicar un comentario