¿Cómo es que alguien se convierte en rescatista de mascotas?
Chloe, en una foto reciente que me proporcionó su "abue" humana. |
Debo empezar por admitir que algunos pocos elegidos son
rescatistas de nacimiento, quienes desde que tienen memoria han llevado a casa
perros, gatos, pájaros, o reptiles que han encontrado sufriendo; ya sea por
abandono, accidente, o enfermedad.
Yo me convertí en rescatista por simpatía. Mi mamá una vez
me dijo, “ayuda (a los demás)”. Afortunadamente no especificó si humanos o
animales. Chloe llegó sola a la puerta de la casa; los niños vecinos la
rechazaban porque según decían, “tenía roña”. Al ver a esta perrita de solo
unas semanas de edad, que apenas sobrepasaba el tamaño de mi mano, no tuve que
pensar siquiera. La tomé en mis manos y la metí a la casa.
Mientras cuidaba la casa de una amiga, una tarde que salí a
caminar con Sparky, escuché el llanto de un gatito en los matorrales. Al
acercarme descubrí un pequeñísimo gatito gris y tampoco necesité pensarlo: lo
levanté y lo llevé conmigo a casa, donde lo bañé hasta quitarle todas las
pulgas que tenía y le di leche. Durmió calientito y al día siguiente lo llevé a
casa de unos amigos biólogos, que cuando lo vieron dijeron: “Justo estábamos
pensando que nos hacía falta un gato, muchas gracias por traerlo”. Ellos tenían
cuatro perros y tres gatos; el recién llegado completó el set de cuatro.
Cuando me cambié a vivir a Las Mojoneras, durante mis paseos
cotidianos con Sparky me di cuenta que había muchos perros callejeros.
Normalmente éramos solo Sparky y yo al inicio de los paseos, y al regresar a
casa éramos cinco o seis perros y yo.
Chispita había sido abandonada por sus dueños y vivía en la
calle afuera de una casa cercana. Me conmovió su estado, sucia y con el pelo
enredado, y la llevé a casa. Pensé que tener dos perros en casa era aceptable,
ambos tendrían compañía, y todo sería miel en penca.
Sin embargo, un hecho fue definitivo: una mañana al salir de
casa pude ver, tirado cerca de la esquina, el cuerpo de un perro de los que nos
acompañaban en nuestros paseos. Estaba muerto, había sido envenenado durante la
noche.
Esto me impactó de manera tremenda. No podía creer que
alguien fuera capaz de hacer eso. El hermano de aquel perro desapareció a los
pocos días.
Sentí la necesidad de hacer algo. No podía permanecer
indiferente. Yo no tenía la menor idea de cómo rescatar un animal; busqué la ayuda de asociaciones protectoras, pero
nunca la obtuve, por sus políticas y procedimientos. Pedían requisitos que yo
no reunía en el momento.
De repente me vi enfrentando la tarea yo solo. Afortunadamente
el veterinario Víctor Navarro daba servicio a domicilio en ese tiempo, lo cual fue
de gran ayuda.
Rusty, descansando en el sofá. |
Estos son algunos de los primeros casos de mascotas que he
rescatado y que me convirtieron en rescatista. Sparky y Rusty permanecen
conmigo hasta la fecha, Chloe vive con Estefanía y su familia, está a punto de
cumplir 7 años. Chispita lamentablemente cayó víctima de una infección muy agresiva.