jueves, 11 de mayo de 2017

Rescatista de Mascotas



¿Cómo es que alguien se convierte en rescatista de mascotas?

Chloe, en una foto reciente que me proporcionó su "abue" humana.
Debo empezar por admitir que algunos pocos elegidos son rescatistas de nacimiento, quienes desde que tienen memoria han llevado a casa perros, gatos, pájaros, o reptiles que han encontrado sufriendo; ya sea por abandono, accidente, o enfermedad.
Yo me convertí en rescatista por simpatía. Mi mamá una vez me dijo, “ayuda (a los demás)”. Afortunadamente no especificó si humanos o animales. Chloe llegó sola a la puerta de la casa; los niños vecinos la rechazaban porque según decían, “tenía roña”. Al ver a esta perrita de solo unas semanas de edad, que apenas sobrepasaba el tamaño de mi mano, no tuve que pensar siquiera. La tomé en mis manos y la metí a la casa.
Mientras cuidaba la casa de una amiga, una tarde que salí a caminar con Sparky, escuché el llanto de un gatito en los matorrales. Al acercarme descubrí un pequeñísimo gatito gris y tampoco necesité pensarlo: lo levanté y lo llevé conmigo a casa, donde lo bañé hasta quitarle todas las pulgas que tenía y le di leche. Durmió calientito y al día siguiente lo llevé a casa de unos amigos biólogos, que cuando lo vieron dijeron: “Justo estábamos pensando que nos hacía falta un gato, muchas gracias por traerlo”. Ellos tenían cuatro perros y tres gatos; el recién llegado completó el set de cuatro.
Cuando me cambié a vivir a Las Mojoneras, durante mis paseos cotidianos con Sparky me di cuenta que había muchos perros callejeros. Normalmente éramos solo Sparky y yo al inicio de los paseos, y al regresar a casa éramos cinco o seis perros y yo.
Chispita había sido abandonada por sus dueños y vivía en la calle afuera de una casa cercana. Me conmovió su estado, sucia y con el pelo enredado, y la llevé a casa. Pensé que tener dos perros en casa era aceptable, ambos tendrían compañía, y todo sería miel en penca.
Sin embargo, un hecho fue definitivo: una mañana al salir de casa pude ver, tirado cerca de la esquina, el cuerpo de un perro de los que nos acompañaban en nuestros paseos. Estaba muerto, había sido envenenado durante la noche.
Esto me impactó de manera tremenda. No podía creer que alguien fuera capaz de hacer eso. El hermano de aquel perro desapareció a los pocos días.
Sentí la necesidad de hacer algo. No podía permanecer indiferente. Yo no tenía la menor idea de cómo rescatar un animal;  busqué la ayuda de asociaciones protectoras, pero nunca la obtuve, por sus políticas y procedimientos. Pedían requisitos que yo no reunía en el momento.
De repente me vi enfrentando la tarea yo solo. Afortunadamente el veterinario Víctor Navarro daba servicio a domicilio en ese tiempo, lo cual fue de gran ayuda.
Rusty, descansando en el sofá.
Además, sin darme cuenta, había creado relaciones con los callejeros, como descubrí una noche. El verano es muy caluroso en Puerto Vallarta, caluroso y húmedo. Por esta razón, puertas y ventanas permanecen siempre abiertas, en espera de cualquier brisa que pueda venir a aliviar un poco el calor. Una noche de tormenta, me despertó un ruido en la reja de la entrada. Esperé atento unos segundos tratando de imaginar qué había causado el ruido, pero solo había silencio. No le di importancia y traté de volver a dormir. Sin embargo, desperté de nuevo sobresaltado por el ruido y el impacto de un perro cruza de labrador y pastor que cayó sobre mi cama, completamente mojado. Los niños vecinos le llamaban coyote, era uno de nuestros compañeros de paseo. En realidad Rusty se rescató solo. El me encontró a mí, al igual que otros que me han encontrado después.


Estos son algunos de los primeros casos de mascotas que he rescatado y que me convirtieron en rescatista. Sparky y Rusty permanecen conmigo hasta la fecha, Chloe vive con Estefanía y su familia, está a punto de cumplir 7 años. Chispita lamentablemente cayó víctima de una infección muy agresiva.